Arne Jacobsen
Sobre forma y diseño en la actualidad (1963)
Conferencia del profesor Ame Jacobsen con motivo de la concesión del premio Fritz Schumacher 1963, de la Fundación F.V.S. de Hamburgo, en la Escuela Técnica Superior de Hannover el día 6 de diciembre de 1963.
Como joven estudiante de arquitectura aprovechaba cualquier oportunidad para viajar a Alemania siempre que el poco dinero del que disponía me lo permitía, entusiasmado por la cultura alemana con profunda admiración por la Bauhaus de Dessau. En aquel entonces nunca habría soñado que aquí se prestaría atención a mi obra. Esto ocurrió por primera vez durante el tercer Reich, cuando por desgracia tuve que abandonar mi patria y, por segunda vez en esta ocasión, lo cual me emociona profundamente. ¡Sí!, los tiempos cambian con rapidez. Tal como se ha dicho a menudo (aunque nunca demasiado a menudo) ha de aumentar la confianza entre las personas, pero no a través del aislamiento y a posteriori, sino a través de la colaboración y el intercambio de ideas...
Las posibilidades de colaboración entre naciones nunca han sido tan grandes como hoy en día. La técnica moderna nos ayuda a alcanzar una visión más amplia de los problemas mutuos y con ello una mejor comprensión de los demás. Aspiramos a una sociedad universal y esperamos que el egoísmo de las personas disminuya de generación a generación. Los intercambios mundiales ayudan a superar los obstáculos nacionales. Esto no quiere decir que se vayan a eliminar las particularidades culturales nacionales y regionales, bien al contrario, deberíamos colaborar para protegerlas. No será tan difícil, ya que precisamente apreciamos lo ajeno, las cerezas del jardín del vecino. Esta visión es optimista pues en la actualidad hay muchos indicios que apuntan en sentido contrario, aunque, en nuestra profesión, tenemos que creer en un desarrollo positivo del futuro, ya que sólo sobre esta base podemos seguir construyendo.
Muchos piensan que para ser un buen arquitecto hay que tener también una filosofía propia. Creo que no es necesario, pero sé la facilidad con la que un periodista "ayuda" a un arquitecto empujando a tomar un posicionamiento filosófico. Esto lo he podido observar reiteradamente y, si hoy me preguntaran, seguramente les respondería que no tengo una visión filosófica completa. Creo que es algo peligroso, un obstáculo para una comprensión natural y arquitectónica, un distanciamiento de la realidad, un edificio intelectual que envejece demasiado rápido y que podría hacernos perder el contacto con el mundo en el que ahora vivimos. La filosofía arquitectónica se puede convertir con demasiada facilidad, en algo a lo que uno se apega para asegurar su propia visión, una almohadilla sobre la que se puede dormir estupendamente.
Las ideas defendidas por la Bauhaus hace 35 años aún son válidas en la actualidad. El funcionalismo, gracias a Dios, aún sigue vivo, y si lo abandonamos es fácil que acabemos en el peligroso camino que conduce a la arquitectura sin finalidades (zwecklos). Peligroso, porque la arquitectura es un tipo de arte condicionado (gebunden) y ha de seguir siéndolo. Muy pocos grandes talentos han conseguido crear verdadero arte haciendo abstracción de la función, pero en este caso, ¿no se supera la frontera entre arquitectura y escultura? He manifestado que en realidad no tengo una filosofía especial, quizá no sea del todo cierto. Las ideas de la Bauhaus sobre la relación entre función, técnica y estética están tan arraigadas en nuestro pensamiento, en nuestro trabajo y en nuestras convicciones internas que, en la actualidad, son la base sobre la que trabaja cualquier arquitecto honrado.
Vivimos en una época en que el sobrio funcionalismo aún se manifiesta con mayor fuerza que en los años 20. Pienso en la construcción industrializada. Aunque se plantea la duda de si este campo, que aún se encuentra en su estadio inicial, en el futuro lo cultivarán los arquitectos o sólo los ingenieros. Creo que los arquitectos nos tenemos que involucrar en él. Nos tenemos que enfrentar a este problema y profundizar en este trabajo. Abandonarlo sería renunciar a un campo de importancia vital y tendría graves consecuencias. Sólo nos quedarían aquellos proyectos monumentales en los que la prefabricación no fuese rentable. La construcción de edificios de viviendas, oficinas y fábricas se aleja del diseño artístico. En Dinamarca ya se construyen industrialmente hospitales, escuelas y universidades que, si bien han sido proyectados por arquitectos, están sometidos a los condicionantes económicos de la construcción. Nuestros fabricantes exportan una buena cantidad de casas prefabricadas, sin fantasía ni espíritu, aunque técnicamente satisfactorias. En Dinamarca estas casas aún no pueden competir en cuanto a precio con la construcción convencional, pero aparentemente sí pueden en el extranjero, lo cual seguramente se debe a la cotización de nuestra divisa. Si hablo de este tema es para advertir a mis colegas alemanes de los peligros que implica retrasar el momento de involucrarnos en este campo, y recomiendo encarecidamente afrontar estos problemas en la enseñanza para que nuestros jóvenes, bien preparados, resuelvan estos importantes problemas junto con los ingenieros, e incluso puedan reconquistar una parte del terreno perdido hasta ahora.
Hace unos años se criticaba, con razón, la falta de planificación urbana. En general, esto ahora ya no es necesario, aunque también hay que decir que se empiezan a encontrar algunos planes que han sido víctimas de la prefabricación: lo más barato es hacer que las grúas de montaje avancen en línea recta y, por lo tanto, ¡se hacen avanzar en línea recta! ¿Por qué en una época en la que circula tanto dinero se sobrevaloran tanto las medidas de ahorro económico llegando a sacrificar la calidad, sobre todo de aquellos aspectos que no son cuantificables materialmente?
En la construcción prefabricada tiene una importancia decisiva reducir al máximo el número de elementos distintos. Es "ideal" que sólo haya dos o tres elementos diferentes- y entonces el trabajo del arquitecto sólo consiste en "combinarlos" adecuadamente. Pero, por ejemplo, si a un niño le quitamos las piezas de su juego de construcción y sólo le dejamos dos o tres, enseguida perderá interés en el juego. A pesar de estas tristes perspectivas de futuro no podemos volvernos de espaldas y condenar la nueva manera de construir tal como han hecho, por desgracia, algunos arquitectos; seríamos reaccionarios. Nuestro trabajo ha de consistir en concentrar nuestros conocimientos y nuestros esfuerzos en uno de los campos más importantes de la arquitectura, el de las proporciones. Cuando se trata de combinar muchos elementos iguales crece la importancia de las proporciones. La creciente implantación de las nuevas técnicas de prefabricación es insatisfactoria estéticamente y creo que, en parte, se debe a que no se ha ofrecido la oportunidad de colaboración a los buenos arquitectos.
Antes criticaba la monotonía de determinados planes urbanísticos y ahora quiero ensalzar el trabajo positivo de determinados organismos en la mejora de la accesibilidad al paisaje con fines de ocio y descanso. Se abre el paisaje mediante nacionalizaciones o gracias a la generosidad de los propietarios, y con ello se ofrece a la población la posibilidad de disfrutar de la naturaleza. Pero, ¿se toman suficientes medidas para despertar una conciencia social que impida que esta población se convierta en una "plaga de la naturaleza"? Las prisas en nuestras ciudades aumen tan día a día, se huye de ellas para relajarse, pero una vez en el campo encontramos radios portátiles en vez de ruiseñores. En los lugares de mayor belleza se organizan lugares de acampada. Las tiendas son de color rojo, naranja o azul y de tonalidad chillona, lo cual no responde al entorno. En la elección de colores cada vez más llamativos se busca manifestar el propio gusto personal. Esta imagen, ya de por sí fea, aún empeora más debido al color plástico de los demás elementos del camping. Es incomprensible que se hayan relegado los bonitos y tranquilos colores grises y marrones, establecidos con métodos científico-militares para subordinarse a la naturaleza. El exceso de contraste entre colores primarios, tal como encontramos en la actualidad, amenaza con embotar nuestra sensibilidad natural de los colores.
Piensen en las diapositivas a color. Los cuatro colores los vemos tal como nos los ofrecen los fabricantes de películas. Por ejemplo, un cielo Agfa, Ferrania o Kodak, es uno más bonito que el otro y todos ellos son completamente diferentes. Uno de los colores más inquietantes y ordinarios es el color de los "cerditos de mazapán" que se necesita para reproducir caras, brazos y piernas. Aquí se ha encontrado exactamente el sano color de la carne, que espera el público. ¡Han tomado alguna vez una foto en color de uno de los barrios miserables de una gran ciudad para transmitir a los familiares lo inhumana que puede ser la vida allí? Yo lo he intentado en el Pakistán. Los niños sucios y mal vestidos, las callejuelas más míseras, producen un efecto romántico. Los falsos colores sintéticos muestran lo contrario a la realidad.
De todas maneras esto no es lo más peligroso de la fotografía en color. Creo que, poco a poco, estamos adoptando una concepción equivocada, sintética, de los colores que dificulta la experiencia de la naturaleza pura y pronto ya no estaremos en condiciones de percibir sus valiosos valores. La naturaleza se desvanece ya que inconscientemente la comparamos con las imágenes que tenemos en casa con unos colores mucho más "bonitos" y radiantes. En otras palabras: nos estamos convirtiendo en adictos al color.
Cuando hablaba de la conservación de nuestro paisaje y de nuestras ciudades me he referido al significativo campo de trabajo del urbanismo. En el futuro, este campo debería encomendarse, en gran medida, a los arquitectos, pues de forma lamentable últimamente los políticos prefieren a los ingenieros. Creo que es un error. La estética, que para nosotros los arquitectos es un aspecto fundamental, no puede descuidarse en la planificación de las ciudades y el paisaje. La percepción de un medio es de importancia decisiva, es una disciplina que el urbanista valora. Por ejemplo, los urbanistas han de ocuparse del gran problema del tráfico y aquí encuentro que, debido al afán por crear plazas de aparcamiento, a menudo se olvida la imagen urbana. Donde antes había plazas entre las casas, ahora hay espacios vacíos, sin estructurar, junto a los que se levantan edificios. Las calles peatonales que últimamente están en boga aparentemente han de sustituir el ambiente de las antiguas calles, pero creo que estos conceptos no se complementan.
La pregunta de quién ha de ser el coordinador del trabajo en equipo, necesario para desarrollar los trabajos de urbanismo, se discute lamentablemente con pasión. Vivimos en una época caracterizada por la técnica en la que, por desgracia, no se considera que la estética sea una función. Sólo al amparo de relaciones bien resueltas estéticamente, y no exclusivamente perfectas desde un punto de vista técnico, pueden crecer personas equilibradas, ilusionadas y alegres. Sin embargo, los políticos aún siguen creyendo que la estética es un lujo que no nos podemos permitir. Cuando se descubra el grave error que se comete con ello creo que los políticos admitirán que el arquitecto ha de ser el coordinador de este trabajo de planificación.
En el planeamiento a gran escala no se puede olvidar la vivienda y sus detalles. Si contemplamos los edificios con los que hemos llenado nuestras ciudades después de la guerra hemos de admitir que no hemos ido más allá del punto donde ya nos encontrábamos en la época de la Bauhaus. A pesar de ello, creo que debido a la extraordinaria evolución de la técnica disponemos de materiales de construcción que gracias a su calidad ofrecen la posibilidad de mejorar significativamente la ejecución y revelar con claridad la construcción. Esto es lo que ha llevado a una arquitectura en la que la construcción es el aspecto que domina estéticamente. A veces nos quejamos cuando no podemos mostrar con claridad pilares y jácenas y tenemos que revestir el edificio con una cortina, un muro cortina. Los edificios de oficinas, mejor o peor proporcionados, son el tipo que con mayor frecuencia aparece en nuestras ciudades, quizá demasiado a menudo. El público se ha cansado un poco y nosotros los arquitectos seguramente también. Creo que el edificio con muro cortina, bien proporcionado y bien detallado, se ha convertido en una tipología que presta buenos servicios, sin embargo, creo que por el camino que hemos recorrido hasta ahora no se puede llegar mucho más lejos. Seguro que se ha aprendido de estas edificaciones y en el futuro también se necesitarán en muchos lugares. Fraccionando los largos muros cortina y utilizando las nuevas formas constructivas se podrá dar un aspecto más interesante a esta arquitectura dura y algo rígida.
Hemos visto cómo el brutalismo, por ejemplo, desarrollado en gran parte en Inglaterra y por Le Corbusier, ha mostrado nuevos caminos. No soy ningún gran admirador de este estilo aunque en algunos lugares podemos encontrar ejemplos hermosos. Me produce un efecto al mismo tiempo brutal, paradójico y romántico. Defiendo siempre el funcionalismo puro y tengo que decir que considero a Mies van der Rohe como el arquitecto vivo más importante, y a nosotros, arquitectos que trabajamos normalmente, nos proporciona un ejemplo excelente de cómo se consigue una arquitectura clara, sana y claramente comprensible sin añadidos a la moda.
Esta arquitectura de la que he hablado no abarca la construcción de viviendas que es la tarea más significativa a la que hemos de enfrentarnos. La construcción de viviendas es un concepto completamente supeditado a las exigencias económicas y, lo que aún es peor, a los políticos. Por lo menos así es en Dinamarca. Los políticos imponen un paro a la construcción, lo vuelven a levantar y lo vuelven a implantar. Con ello destruyen el ritmo de construcción necesario para crear un gran número de buenas viviendas en el menor tiempo posible.
La mayor parte de mis consideraciones son pequeños suspiros que expresan mi miedo frente a una desvalorización de la próxima generación de arquitectos. Una desvalorización que, en mi opinión, podemos evitar si sabemos dar a la imprescindible industrialización una aportación humanista para elevar la construcción a arquitectura. Como arquitecto normal quiero decir que ahora es más necesario que nunca ser arquitecto; si uno se siente llamado a ello y se tiene un 10 % de talento y un 90 % de dedicación -hoy en día hay que hablar en porcentajes- creo que se pueden obtener buenos resultados, y en realidad no creo que se pueda pedir más
(EU)
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